jueves, 29 de septiembre de 2011

Las mujeres con mayor nivel social y educativo alargan más el periodo de lactancia

“La lactancia materna, casi imprescindible para la supervivencia infantil hace no muchos años, ha variado durante la segunda mitad del siglo XX debido, principalmente, a la aparición de la lactancia artificial”, explica a SINC Juan Ramón Ordoñana, investigador de la Universidad de Murcia y autor principal del estudio.

El trabajo, publicado recientemente en el Journal of Human Lactation, analiza cómo han evolucionado las tasas de lactancia materna en la Región de Murcia y, por extensión en España, en las últimas décadas, si se comportaban igual las mujeres que tenían hijos en los años 60’ que las que lo hacían en los 80’ o en los 90’.

La duración media de la lactancia materna ha cambiado a lo largo del periodo estudiado. “Encontramos una gráfica con forma de U”, afirma Ordoñana. “Las duraciones de lactancia materna más altas se encontraron a principios de los 60’ (61,3% más de seis meses) y a finales de los 90’ (29% para la misma duración) y las más bajas, en la década de los 70’ y 80’ (14,4% y 19,2%, respectivamente)”.

Los autores estudiaron a 666 mujeres que habían sido madres por primera vez desde principios de los 60’ hasta finales del siglo pasado. Además de recoger información sobre la alimentación de sus hijos, los expertos tomaron datos sociodemográficos, fundamentalmente el nivel de estudios que habían alcanzado.

“El efecto de un mayor nivel educativo sobre la duración de la lactancia no es siempre el mismo y depende del contexto social en que se produce”, subraya Ordoñana.

Así, las mujeres con un nivel de estudios medio o superior disminuyeron la duración de la lactancia de forma drástica al inicio de los 70’ y sus tasas se equipararon al de mujeres con menos estudios en las décadas de los 70’ y 80’. Sin embargo, posteriormente presentaron una tendencia firme al aumento (del 3,4% anual) que se mantuvo hasta el final de siglo.

Los autores explican estos resultados en la mayor facilidad de las mujeres con mayor nivel de estudios para asimilar los mensajes del personal sanitario acerca de los beneficios de la lactancia materna. “También es probable que las condiciones de sus trabajos, su nivel económico y su mayor acceso a servicios sanitarios facilitaran el mantenimiento de la lactancia materna si lo deseaban”, recalcan.

La importancia de los cambios sociales

La investigación relaciona estos resultados con los cambios sociales ocurridos y su impacto en las mujeres. Por ejemplo, se ha pasado de una estructura familiar amplia, donde convivían las mujeres de varias generaciones y se apoyaban unas a otras en el “arte de lactar”, a una familia nuclear, donde la mujer cuenta cada vez más con el apoyo emocional e instrumental de su pareja, pero no tanto con el de otras mujeres.

Igualmente, los expertos asocian esta evolución con la incorporación progresiva de las mujeres al mundo laboral, el movimiento hacia la recuperación de lo natural que apareció a finales de los 90’, la ampliación del permiso de maternidad y un amplio número de factores socioculturales que han influido en el comportamiento de las mujeres ante la llegada de sus bebés.

Además, las recomendaciones del personal sanitario en torno a la alimentación de los recién nacidos han oscilado desde la lactancia artificial durante los años 70’ y 80’, al posterior fomento de la lactancia materna, debido a los beneficios para la salud que se descubrían y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de prolongarla hasta los seis meses como mínimo.

Los pechos no se caen por amamantar al bebé, sino por los embarazos

Es uno de los grandes mitos acerca de la lactancia materna, pero numerosas investigaciones han evidenciado que los pechos no se caen por amamantar al bebé, sino por los embarazos.

El último estudio al respecto lo han realizado Investigadores de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos (American Society of Plastic Surgeons, ASPS) a raíz de la preocupación de algunas madres con implantes de senos que piensan que la lactancia estropeará sus pechos.

Lo que explican los expertos es que no es la lactancia materna la responsable de que los pechos se caigan, sino los embarazos y el paso del tiempo.

El número de embarazos que una mujer tiene (no si amamanta o no) es lo que provoca que los senos se caigan con el tiempo.
Las madres operadas, preocupadas por el aspecto de sus senos después de haber invertido un buen dinero en la cirugía estética, son menos propensas a amamantar a sus bebés con éxito. La idea de que los pechos se estropearán condiciona el buen funcionamiento de la lactancia materna, reduciendo las posibilidades de que sea exitosa.

Al analizar los hábitos de lactancia de 160 madres con implantes de senos, encontraron que el 86 por ciento de las 97 madres que no lograron amamantar pensaban que la lactancia materna empeoraría el aspecto de sus senos.

Desde luego, los expertos tachan esta idea de desafortunada. Es necesaria la educación de la paciente e informar responsablemente a las mujeres sobre las verdades y mitos de la lactancia materna, recalcando sus enormes beneficios.

Tanto aquellas mujeres con implantes de senos como a las que piensan que sus senos naturales se estropearán por amamantar a sus bebés, decirles que la lactancia materna es el mejor regalo que se le puede dar a un hijo. Y fundamentalmente, decirles que eso no es así. Los pechos no se caen por amamantar al bebé, sino por los embarazos.

Los cambios hormonales, el aumento de peso en el embarazo y el número de embarazos, son algunos de los factores de riesgo implicados en la caída de los pechos de la mujer.

Vía Bebésymás por Lola Rovati

miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL PUERPERIO NO ES UNA PATOLOGÍA

Esta es la historia de mi madre, de su madre y sus ancestros a partir de la negación de la maternidad entrañable, de la sustitución de la maternidad auténtica y su reemplazo por la fábrica de criaturas al servicio del sistema. Una historia triste y plagada de represión. Es una historia que empiezo a reescribir, teniendo en cuenta la importancia de nombrarla y la necesidad de comprenderla para que el salto sea verdadero y duradero.

Mi madre, su madre y nuestros ancestros transitaron su maternidad bajo el mandato explícito o no de sumir a sus criaturas en el desierto emocional, ya que así, las criaturas atemorizadas, cuestionarán menos el status quo. Negarles el bienestar y posicionarlas en el lugar del enemigo es la estrategia impuesta por el patriarcado. Sólo así la madre entrañable es capaz de ser reemplazada por la madre robotizada que ignora y ningunea el deseo vivo del bebe y el/la ninx en el/la cual se transforma. Sólo así se puede justificar el sufrimiento en nombre del bien y el progreso.

Mi madre padeció la última capa a este crimen, traído gracias a la modernidad y el avance de la ciencia. Su madre y las otras madres transitaron puerperios en los que el deseo murió y fue puesto en su lugar la mecanización de la crianza, aunque probablemente no se sintieron tan solas, probablemente ciertos vestigios de su condición de mamíferas fueron puestos en práctica, colmando aunque sea un poco la necesidad de sus crías.

Mi madre, madre primeriza a los 36, con una vida y una identidad puestas en el hacer, ya sin referentes a quienes recurrir, con una incapacidad para hacer pedidos concretos en cuanto a sus necesidades, y habituada a valerse por sí misma, aceptó, quizás ingenuamente, la prescripción médica de barbitúricos para paliar la desolación que trajo el nacimiento de mi hermano, en el marco de una depresión puerperal. Un psiquiatra de bata blanca, con la autoridad que eso le confiere, la sentenció a una vida de adicción y desconexión solo porque ella atravesaba un puerperio más o menos confuso.

Seguramente ella y su entorno pensaron que era lo mejor. Probablemente, nadie supo como acompañarla y sostenerla las largas horas que pasaba sola con un bebe que solo pedía y pedía, que la devoraba y la ponía en contacto consigo misma de pequeña, pidiendo y pidiendo sin recibir lo que necesitaba.

Los barbitúricos son drogas duras, con un nivel de tolerancia que se eleva a medida que se mantiene el tratamiento, por lo tanto y progresivamente, aumentaba la cantidad que había que tomar para alcanzar el efecto deseado, un efecto de aletargamiento e indiferencia. Solo así se puede tolerar el aullido de un bebe dolido por carecer.

Dos años más tarde llegué yo, y ese puerperio apenas transitado volvió a empezar con mas furia, con más pastillas, con más dolor anestesiado, colándose por las rendijas.

No tengo recuerdos de jugar con ella, tengo muchos recuerdos de persianas bajas aunque fuera de día. Ella dormía y dormía, y cuando estaba despierta no estaba presente. Seguramente se ocupaba de nosotros de alguna manera concreta y específica, estábamos vestidos, íbamos a la escuela, la casa estaba limpia. Pero cuando me veo a mí de niña, nunca la tengo cerca. La medicación psiquiátrica siempre estaba ahí (aun lo está) la frialdad siempre estaba ahí (y ahí sigue) la desconexión también y la falta básica, primaria de contacto, de brazos, de vivencias maternantes están y estarán.

Tener a mi hijo me permitió, entre otras maravillas, comprender el dolor de mi madre y el mío, ver la fisura y ponerme en acción para no repetir esta historia, que es la historia de muchas de nosotras. Nuestros puerperios son vistos desde afuera como algo amenazador, peligroso, incomprensible. Los depredadores rondan las diadas madre-bebe, dispuestos a atacar con el afán de separar. Probablemente, desde su lugar ignorante y lleno de prejuicios crean que tienen una buena intención: aliviar el sufrimiento, paliar un síntoma. Pero no comprenden que un síntoma nos está mostrando algo que debemos ver. Las personas, aquellas que provienen de la misma carencia y no han tenido la oportunidad de recorrer su historia personal, se incomodan ante el dolor del otro, entran en contacto con el propio, y han aprendido que el dolor es algo a evitar a toda costa.Por lo tanto, ni bien se asoma la dimensión oculta que nos conforma desde la sombra son capaces de sugerir las cosas más disparatadas, contradictorias y crueles para sacarnos de ese estado, para que nos mantengamos en la superficie.

Mi puerperio fue un periodo trascendental. Duro, pedregoso, donde se encontraron la vida y la muerte, propia y ajena. Fue el fin de un modo de ingenuidad con el que me desenvolví durante mucho tiempo, y a pesar de haber recorrido un camino de autoconocimiento previo a desear ser madre, fue durante el puerperio que se cristalizaron aprendizajes que sin saberlo, solo estaban en la superficie.

El nacimiento de mi hijo me permitió manejarme en otra frecuencia. Las percepciones, impresiones y visiones abruman, hipersensibilizan, y fue posible absorber lo que nos rodeaba de una manera cruda, viva, esencial.
El puerperio vivido de forma íntegra nos ofreció un tiempo místico y femenino, embebido en la más ancestral sabiduría, nos colocó en el umbral entre el pasado y el futuro, pudiendo acceder tanto a uno como a otro y así devenir madre. Fui capaz de explorar y fundirme en el deseo más primal, de dar brazos, calor y leche. Fui capaz de enloquecer y morir, entender de donde venían aquellos sentimientos ambivalentes y poner palabras sobre lo innombrable. Tuve la fortuna de estar acompañada, de conectar con otras madres, de poder derramar lágrimas y recibir abrazos. De encontrar voces que decían aquello que quería decir, pero que no sabía por dónde empezar. No me di cuenta de la importancia de la red hasta que la tuve, y si no la hubiera tejido quizás la historia hoy sería otra. Y otro factor que tuve a favor, es que siempre tuve facilidad para ignorar la autoridad de otros.

¿Por qué el patriarcado insiste en patologizar el puerperio? ¿Por qué existe tal empeño y se dedica tanta ciencia a desarrollar más y más fármacos que anestesien y amainen este caudal de conocimiento y potencial transformador? Porque para el patriarcado, la mujer es peligrosa. Pretende coartar las decisiones sobre nuestro cuerpo, usurpar nuestros partos, sabotear nuestras lactancias y estigmatizar la libido maternal. Así como el embarazo es dirigido por la autoridad médica, y el parto, mecanizado y violentado, el puerperio es puesto como una enfermedad. Es el camino que toma la espiral de violencia. Estoy segura que habrá algunas mujeres para quien la medicación psiquiátrica es necesaria, para quien los síntomas son tan intensos que es necesario llegar a un nivel de base para poder encarar un trabajo terapéutico, pero hoy se patologiza la simple irrupción de la sombra. Una madre necesita sostén y amparo, sentirse contenida, escuchada y validada.

Somos muchas mujeres quienes estamos detectando este accionar macabro, y tejiendo nuestras redes estamos logrando resucitar a la madre entrañable y reescribiendo la historia.

Vía Deseoprimal, por Delfina

martes, 13 de septiembre de 2011

Defendiendo nuestra lactancia materna prolongada

Hemos hablado sobre la lactancia prolongada las semanas precedentes. Sin embargo, habida cuenta de que, como decía, la duración de la lactancia humana naturalmente sería de entre dos años y medio y siete años, en la mayoría de las culturas, la lactancia, como el parto o la educación de los niños, ha sido un aspecto muy intervenido por costumbres o normas muchas veces basadas en prejuicios o necesidad de control sobre funciones muy privadas.

Hoy hablaremos de formas de defender nuestra lactancia prolongada.

Dicho esto, podemos entender mejor las presiones a las que se suelen enfrentar las madres que deciden no destetar hasta que su hijo lo desee y pasan el año o los dos años siguiendo con la lactancia. Son transgresoras en una de las sociedades que menos amamantan y por menos tiempo lo hacen en la Historia de la Humanidad.

Pues, aunque el proceso esté ahora cambiando y exista mayor conciencia del valor de la leche humana, también persisten muchas ideas erradas tanto sobre si la leche alimenta a partir de cierto momento o sobre que mamar más de cierto tiempo produce problemas emocionales en los niños, todo ello falso pero creido por muchas personas.

Sin embargo, el que la lactancia prolongada sea todavía una opción minoritaria aunque creciente, las mamás y también los papás se van a encontrar con comentarios muy dañinos y quizá necesiten estrategias para defenderse.

La ignorancia es atrevida

La ignorancia suele ser atrevida y desconsiderada. Que alguien, a quien no le incumbe nuestra crianza, se nos acerca y nos da un consejo sin fundamento alguno, es una falta de respeto que no deberíamos permitir, respondiendo sin agresividad pero con claridad.

Aunque estemos vulnerables, podremos controlarnos, parar la mala educación y la falta de consideración y, como mucho, ofrecerles información actualizada o, simplemente, poner una sonrisa vacía y luego seguir haciendo lo que os dé la gana.

A veces pienso que estamos en una época en el que el “yo opino” se ha convertido en una cómoda posición que permite sostener ideas sin fundamento alguno con la tranquilidad de no considerar necesario apoyarlas en dato alguno, estudio o trabajo personal. Como mucho, es sencillo apoyar la opinión en lo que es habitual, socialmente aceptado, como si eso diera peso a los argumentos.

Cuando alguien opine sobre la lactancia teniendo claras las razones que tenemos y la información que conocemos, podemos responder a la ignorancia atrevida con educación. Pero no creo que sea bueno dejar que nadie nos pise por evitar un disgusto, ni con la vecina, la suegra o con una amiga enteradilla que parece ofenderse cada vez que nosotras amamantamos.

Una cosa está clara, quien sepa sobre lactancia de verdad no atacará la lactancia prolongada. Normalmente los ataques y comentarios desafortunados nacen de la ignorancia, cierta envidia o prejuicios sin ningún fundamento.

Cuidado con la disonancia cognitiva

En temas de lactancia es muy acusado este efecto. “Yo creo que no puede ser bueno que un niño de 3/4/5 años tome la teta, eso no es normal”, es un comentario de lo más suavito que podemos escuchar. Un comentario que nace de la falta de información y conocimientos, sin duda alguna.

En realidad, poco le vale, normalmente, a esa persona que le expliquemos que su creencia no tiene base alguna, o que le demos datos científicos sobre la lactancia humana, su duración calculada o los mismos estudios que acepta la OMS sobre cómo se relaciona con mejor salud física o incluso mayor inteligencia. Todos esos estudios serán tonterías para ella.

Pero si damos razones fundadas por las que amamantar es más sano y produce beneficios psicológicos e intelctuales incluso, posiblemente el interlocutor perciba en nuestras razones un ataque, desencadenándose la incomprensión y hasta la ira. Que decidamos dar el pecho hasta el destete natural porque estamos convencidas de que es lo mejor para nuestro hijo no significa que quien no piense lo mismo o no sepa lo mismo o no pueda hacer lo mismo sea peor madre. Se trata de nuestras razones y decisiones, nada más. Pero no siempre conseguiremos transmitir esa idea claramente.

Cuestionar si nuestro entorno social, nuestras vivencias o nuestras decisiones son las mejores es una tarea muy dura. Enfrentarte a una idea que no estás preparado para asimilar puede producir que, en vez de entendernos, quien reciba información se sienta atacado. Entendamos que eso nos pasa también a nosotros. Hay que ser sutil y delicado, asertivo, pero repito, sin dejarnos pisar.

Realmente dar razones, emocionales, personales o científicas es algo que debemos valorar en cada ocasión. Las razones que tenemos para elegir una forma de crianza o la lactancia no son asunto de nadie. Ahora, si nos dicen que se va a quedar enmadrado o que nuestra leche ya no alimenta, pues podemos defender nuestra opción. Faltaría más. A veces callamos por no tener enfrentamientos, pero dejar claro que vamos a ser respetados es importante para mantener unas relaciones justas y sanas con nuestro entorno.

Provocar disonancia cognitiva, si no es una estrategia buscada, no suele ser el mejor sistema para conseguir la concordia en estas cuestiones, aunque, si lo que buscamos es que nos dejen por imposibles e intratables, funciona estupendamente.

Realmente no hay una fórmula segura para responder a los ataques a la lactancia materna prolongada, depende de nuestro carácter y de la persona que nos haga los comentarios, pero, en general, para defender nuestra posición siembre es mejor ser educado y firme, con información y seguridad, pero con la idea clara de que nadie tiene derecho a faltarnos al respeto ni debemos consentirlo desde el primer momento.

Así que también podemos usar otras estrategias para defender nuestra lactancia materna prolongada, dependiendo de la situación y del efecto deseado.

Oídos sordos

“Si de la teta no te puede salir ya nada“. Vale, si, también podemos poner cara de boba y decir “Si, si” mientras sigues amamantando lo mismo y da estupendos resultados.

Hay quien prefiere sacarse la teta y soltar un chorro de leche, una buena demostración de que se equivocan, pero lo de asentir como si hablaran del tiempo y seguir haciendo lo mismo es una manera de evitar confrontaciones y dar a entender lo poco que nos interesan esas opiniones. Hacer oídos sordos, como quien oye llover.

La verdad es que al final, resulta mucho más sencillo evitar la confrontación y no dar información a quien sabes de antemano que no la quiere oir. Lo de hacer oídos sordos puede funcionar si las personas que atacan nuestra lactancia no son muy insistentes o las tratamos poco, pero si cada domingo en casa de la familia van a hacer comentarios antipáticos, quizá haya que decidir si dejar de ir o poner las cosas claras.

“Mejor una vez roja que ciento amarilla”

“Ese niño toma la teta de vicio” te dice tu cuñada cigarrillo humeante en la boca delante de los bebés. “Pues pásame el cigarro para que se lo meta en la boca, porque mejor que no se pueda contener de fumar a que siga mamando a una edad normal”. Habrá bronca y seguramente termines siendo la culpable, pero hay veces, en la defensa, hay que aplicar lo de “mejor una vez roja que cien amarilla”.

Resumidamente, puedes decirle a cualquiera, y siendo más fina, que puesto que criais a vuestros hijos de forma tan diferente y que tu tienes la educación de no decirle lo que piensas sobre lo que hace, le agradecerías la misma consideración. Si después de eso sigue, ya decides, o los ignoras o sacas la artillería.

Normalmente después de dos o tres cortes secos, suelen terminar por dejarte por imposible y se limitarán a ponerte verde a tus espaldas que molesta mucho menos. Hay personas con las que es la mejor solución.

“Si, pienso darle hasta que tenga bigote“. ¿Qué os van a decir si repondéis eso?

Asertividad

Hay formas más asertivas y seguramente más eficaces de encarar estos problemas. Con seguridad explicas que tomas tus decisiones muy informada. Sin atacar, ni enfadarte, ni sufrir, informas de tus límites, y puedes remarcar que tanto como tu respetas sus parcelas serás también respetada por ellos. Respetas que tenga otra opinión sobre tu crianza pero vas a seguir haciendo tus elecciones como hasta ahora. La verdad, sin más.

Si les interesa de verdad el tema les puedes pasar todos los documentos de la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Española de Pediatría y todas las revistas científicas que quieran. Cuando se los lean, podéis hablar del tema, pero hasta entonces vas a tomar tus propias decisiones y hablaréis de otros temas. Informa, no discutas.

La decisión es vuestra y la ciencia está de vuestra parte

Hay que marcar nuestro territorio sin morder, pero sin dejar que nos muerdan, o pronto los tendremos removiendo en nuestros cajones o decididiendo sobre vuestras vidas.

Es sencillo, sobre vuestros hijos la decisión es vuestra, y además, estáis muy seguros e informados de lo que estáis haciendo. Si tenéis aplomo, seguridad en vosotros mismos y ambos miembros de la pareja sabéis crear un frente común cara al exterior, las cosas mejorarán.

Habrá quien no quiera aprender nada sobre lactancia aunque os critique, habrá quien nunca os respetará, pero, al final, mejor que piensen que eres una bruja a que traten como una niña o como un monigote. Seguridad y confianza, saber poner límites a esos adultos que no los conocen y tener claro que nadie tiene derecho a tratarte mal.

Me gusta lo de poner límites a esos adultos que todo el tiempo dicen que hay que poner límites a los demás cuando ellos no saben ponérselos a ellos mismos.

En realidad, todos estos consejos valen para los padres en cualquier otra circunstancia de la crianza o la educación de sus hijos que afronten informados y respetando a los niños, pero en la lactancia materna tiene una base muy sólida: como afirma el pediatra Carlos Gónzalez en su libro Un regalo para toda la vida:

No existe ningún límite a la lactancia materna. No hay ningún motivo médico, nutricional ni psicológico por el que haya que destetar obligatoriamente a determinada edad.

Autora: Mireia Long